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La costa, la playa, ese imaginario que los argentinos supimos construir y ensanchar con múltiples capas de sentido, es recreado en esta obra con tres sillas y un par de ojotas. Asistimos, sin discusión, a todos los veranos y a todos los recuerdos, a todos los detalles que recrean ese ambiente vacacional, patriótico y kitch.
Pero nada sucede ahora. No es cualquier lugar ni tampoco cualquier momento. Son los años 90 y sin una sola falla en la verosimilitud entramos a la máquina del tiempo quienes pisamos su arena ardiente, tomamos Pantera Rosa, repartimos tarjetitas para la matiné y nos quisimos entre sus rocas, su sol y sus estrellas.
Te amo es un viaje, un fin de semana de verano a las puertas del segundo milenio. Todo comienza con una amistad insólita fundada entre un extrovertido Valentín y un retraído Javier. Lo que parece ser la dupla más extraña de todas, no es tal cuando llega Gino, el primo, y se suma al viaje. Lo íntimo se rompe y Valentín opera de intermediario entre estos dos desconocidos que no se soportan. De aquí en más la tensión crece y explota en comedia. Gino acaba de separarse y hace honor a toda su construcción de macho de los 90. Su deseo está puesto en olvidarse de su ex. Insiste para salir de noche y conocer mujeres, su primo un poco lo sigue, pero Javier se resiste y a la vez se ve envuelto en el fluir de ellos dos.
Días de playa y noches de boliche se suceden entre diálogos afilados y situaciones graciosas, además, algo que no esperamos, se va tejiendo muy de a poco entre dos de sus personajes. Lo que parecía una comedia de pronto abreva a algo más profundo: el miedo a amar y ser amado.
La dramaturgia de Leo Azamor (también en el papel de Javier) recurre con gran pericia al contexto de la costa argentina para desarrollar despacio, entre personajes circulares y crecientes, un amor correspondido pero complejo.
Yo lo observo y me apasiono ¡cómo olvidarte Pablo de Lomas, aquel atardecer en la rambla de San Clemente! Al mismo tiempo la construcción social de la costa, que romantiza mares helados, playas ventosas y populosas a través de los recursos más acabados de nuestro sistema de mercado, se convierte recursivamente en el espacio ideal para hablar de la construcción social del amor.
Jorge Luis Borges ha dicho ser “desagradablemente sentimental”, el escritor Pedro Lemebel que “El amor es tan ordinario que hasta los pacos se enamoran” y Julio Cortázar confesó “Yo he sido siempre muy sentimental, tengo muy mal gusto en materia de sentimientos”.
¿De qué se trata, entonces, el amor? ¿No es acaso una invención social también cargada de romanticismos y detalles inútiles como la costa argentina? Reproducir una y otra vez, situaciones que no son más que convenciones: que te abracen con una toalla al salir del mar, chapar fuerte en una esquina en una caminata nocturna o ver el amanecer sentado en la arena sellando con un beso el principio de una historia de amor. Es así como el imaginario de las playas argentinas, con su cliché y cursilería, se vuelve el escenario perfecto para contribuir a que afloren sentimientos impensados entre los personajes.
La obra además hace uso de maravillosas canciones de amor de la época para expresar las emociones que circulan. Ellos le llaman “Canción vergüenza” a esos temas que son temones, pero que nos cuesta confesar que nos gustan. Para Javi es Experiencia religiosa de Enrique Iglesias y, para Valentín, Bye bye de Vilma Palma e vampiros.
En este pequeño ejemplo se grafica el concepto de la obra: el amor es un lugar común reproducido socialmente por la cultura y el arte, que da miedo y vergüenza, pero qué increíbles e intensas sensaciones proporciona a aquellos que se animan a experimentarlo. Tan potentes como un estribillo pop sonando saturado en el parador de cualquier balneario.
Al salir de la obra, la idea cierra por completo y se nos entrega un souvenir del increíble viaje que emprendimos. Nos llevamos un pedacito de emoción en la mano que reza “te amo”. En cada uno de esos cuerpos actuando, en cada línea de diálogo, queda representado el universo en el que alguna vez fui valiente, quizás al atardecer, cuando me puse finalmente un buzo para que no se me enfríe el pecho con la brisa marina.
FOTO: MARIO CAMPETELLA
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TE AMO
Dramaturgia y dirección: Leo Azamor
Intérpretes: Leo Azamor, Ariel Gangemi y Luis Gritti
EL GRITO
Costa Rica 5459, CABA
Miércoles 21 h