
Un hombre camina por la calle. Está alienado, no mira al resto y, casi sin darse cuenta, recibe un palazo. En los quince segundos antes de caer al suelo se abren dos lecturas posibles: el pensamiento mágico o el científico. Puede interpretarse que el alma del hombre sale del cuerpo y vive otras vidas, o bien, que por efecto del golpe el sujeto alucina y cree vivir esas otras vidas. Vuelve a pararse y reconoce que está vivo.
Esa es la trama de El corazón del mundo, obra escrita por Santiago Loza que tuvo una primera puesta interpretada por Ezequiel Rodríguez, William Prociuk y Lautaro Delgado Tymruk, quien también la dirigía. Ahora Delgado creó una nueva versión junto a Sofía Brito y el protagónico quedó en manos de un solo actor: nada menos que Guillermo Angelelli.
El director asegura que la obra nunca le pareció difícil y describe su vínculo con el texto como “amor a primera vista”. Un día Loza le llevó un libro con sus textos reunidos y le ofreció actuar en aquella pieza; se habían hecho varios intentos pero nadie le había encontrado la vuelta. “La leí y me enamoré –confiesa Delgado–. No me imaginaba cómo hacerla pero me produjo una sensación de mucha calidez y de mucha magia, tenía algo muy existencial”. La primera puesta se estrenó en 2019 y en 2020 iban a reestrenarla –habían hecho stickers, imanes, remeras– pero llegó la pandemia; se hicieron algunas funciones más en 2021, pero en esas primeras reaperturas la gente tenía miedo de ir al teatro. “Había muchas ganas de volver a hacerla y codirigir con Sofía, pero desde el primer momento quise hacer una nueva experiencia y replantear la puesta casi de cero”, explica.
Para los directores El corazón del mundo y Seré configuran un díptico en términos estéticos y poéticos. “Seré mezcla la magia del prestidigitador y la del alquimista. El abracadabra es algo que usan los prestidigitadores pero también los hechiceros. Nos interesa mucho ese punto de contacto. Como El corazón del mundo y Seré develan el truco de magia entonces dejás de querer descubrir eso y entrás en la magia, en un mundo distinto, una realidad no ordinaria. En Seré decimos que hacemos ventriloquía al revés y hay un actor poseído por una voz; en El corazón del mundo hay un actor que posee cuerpos, entra y sale de situaciones, el público ve una ilusión óptica”, explica el director, quien además tiene formación en magia. Brito agrega que “en las dos obras hay algo muy familiar” y dice: “La verdad no pensaba codirigir porque Lauti ya lo había hecho en la otra puesta. Y tampoco hubiese imaginado esta situación de dirigir a Guille, nunca se me hubiera ocurrido esa posibilidad. Lauti me insistió bastante con el tema de la codirección y fue lindo. Para mí es muy emocionante estar ahí arriba viéndolo a Guille, es muy lindo tener la experiencia de ver su proceso como actor”.
Brito fue alumna de Angelelli durante mucho tiempo y, en otro juego de alquimia, el lazo maestro/alumna se transformó en amistad. “En este vínculo hay un mundo. Eso tiene que ver con el aprendizaje pero también con el amor, el cariño, la amistad, la vida misma. Fue fundamental para el proceso y ahí yo estoy un poco afuera, pero es hermoso ver ese encuentro”, destaca Delgado. Y Angelelli recuerda: “Tengo la imagen del primer ensayo con Sofi. Yo estaba parado sobre el escenario muy atento a ver qué era lo que me decían y en un momento ella se empezó a reír y dijo: ‘Ay, parecés un nene’. Creo que era por verme desde ese otro rol”. Sobre las razones por las que decidió formar parte de este proyecto, el actor dice que siempre hay varios factores pero el primer disparador fue la lectura del texto: “Me pareció muy atractivo, raro, un gran desafío porque si bien hay tres personajes también es muy raro lo que sucede, cada uno transita el tiempo en distintas direcciones. Era un lío entenderla pero había algo del lenguaje poético que me atraía mucho, la posibilidad que tenía el texto de expandir la imaginación”.
El corazón del mundo construye una escena fantasmática: por un lado está el cuerpo de Angelelli, que entra y sale de diversas situaciones y líneas espacio-temporales; por otro, esas figuras espectrales que acompañan su acto y dan carnadura fantasmal al relato.
El dispositivo que utilizan en la obra se llama Pepper Ghost, que antes era usado por magos e ilusionistas en sus espectáculos. ¿Cómo llegaron a eso?
Lautaro Delgado Tymruk: Mi hijo mayor, Matías, a quien le encanta la física y la química, me preguntó cómo se hacían los hologramas y por qué no se incorporaban en las obras de teatro. Yo le dije que era muy difícil y nos pusimos a investigar cómo se hacía eso. Así llegamos al efecto llamado Pepper Ghost. Lo que nosotros hacemos no son hologramas sino reflejos; se trata de una ilusión óptica. Vimos cómo se hacían a pequeña escala y empecé a pensar qué pasaba si lográbamos hacerlo en tamaño humano. Algunos se fueron del proyecto y otros quisieron sumarse cuando les conté de qué se trataba. Los actores se quedaron a luchar cual Quijotes contra molinos de viento. El efecto no lo tuvimos hasta dos semanas antes del estreno así que mientras yo ensayaba con ellos tenía que hacer la preproducción de una película, el rodaje y el montaje para generar esos hologramas.
¿Cuáles son los desafíos en términos de actuación?
Guillermo Angelelli: Lautaro me dijo cómo iba a ser el trabajo y me pareció muy atractivo tener que interactuar imaginándome a los otros compañeros de escena (y a los otros personajes) haciéndole creer al público que están ahí. En relación a la técnica, creo que es menos de lo que pensaba al inicio. Pocos ensayos estuvieron dedicados al trabajo con la pantalla. Por supuesto hubo que reforzar marcaciones para que la acción coincida con la imagen, pero siempre estamos trabajando con nuestro imaginario en la escena. Mucho de eso tiene que ver con el tiempo de la actuación porque hay interacciones que se dan a lo largo de una misma escena y uno tiene que estar atento para llegar a la siguiente. Tuve suerte porque en esta puesta se trabajó sobre la presencia de las proyecciones; hay momentos en los que estoy cerca del público, por delante de la pantalla, y eso permite tener una respiración. Para mí el rigor en relación al trabajo sobre la acción existe siempre; acá estaba referido a la pantalla pero hay algo que tiene que ver con el tiempo, las direcciones y el ritmo de la acción que considero que tiene que estar siempre. Ese ritmo es el latido del espectáculo y debe estar vivo todo el tiempo. Y la interacción con las imágenes es muy divertida: a veces ni me doy cuenta de que está sucediendo; otras pienso que sucede y tal vez no.
El dispositivo escénico en diálogo con el cuerpo del actor trae varias reflexiones sobre un presente en el que la virtualidad parece ser la respuesta a todo, ¿no? Es como un callejón sin salida.
Sofía Brito: Cuando él interactúa con los reflejos siempre está detrás de la pantalla, de algún modo está encapsulado en la virtualidad y las interacciones virtuales. Si uno saca la imagen virtual, queda una persona sola abrazándose. Para mí esa lectura es importante. A veces las búsquedas no llegan de una intención de querer decir algo específico, pero te vas dando cuenta en el mismo proceso de que tal o cual imagen puede significar algo. Pienso mucho en cómo se está modificando la relación humana con estas cosas y cómo de repente creemos que estamos interactuando con otros y otras pero en realidad estamos solos.
Para hablar de esa dimensión, Angelelli se remite a Platón y el mito de la caverna, donde ese juego de sombras propone cierta virtualidad, y agrega: “Creo que el teatro también tiene que ver con lo virtual desde el momento en el que el espectador se confronta con un personaje que no es real aunque esté encarnado en un actor. Hoy la virtualidad va ganando terreno en lo cotidiano y esa conexión con lo real está cada vez más mediada”. Por otra parte, también alude a Jung y lo arquetípico que mueve la pieza. “Hay una serie de relaciones y de roles que son muy arquetípicos: las despedidas, los duelos, el nacimiento”.
En este sentido, la obra resulta una caja de Pandora o un espejo fragmentado donde cada esquirla funciona como portal a un mundo diferente. También podría definírsela como un viaje: “La idea es que todos entren en ese viaje. Y, por más ilusión óptica que haya, no se puede dar sin la enorme actuación de Guillermo. Él es quien te invita a sumergirte adentro de ese mundo. El actor como mago que hace el truco de posicionarse en determinado lugar para que el efecto se produzca, pero también esa magia que tiene que ver con la alquimia, los sentimientos, lo emocional, el hechizo de conjurar energías y mundos para compartir con los presentes”. Brito es una estudiosa del mundo de lo oculto y, desde ese lugar, agrega: “El acto ritual del teatro es mágico porque uno crea un tiempo-espacio diferente e invita a la gente. Desde lo más primitivo es un acto mágico: uno cree en algo y la magia se hace entre todos. Hay que entrar. Es un acto de fe. Creo que en este momento es fundamental. No quiero resistir sino persistir. Confiamos en que ese encuentro de almas nos va a modificar a todos y vamos a salir con cierto aprendizaje o cierta experiencia, que nos va a nutrir. En la obra hay juegos reales de magia, trucos más allá de la pantalla. Eso tiene que ver con la pregunta de qué es real y qué no. De alguna manera es una invitación al juego y a la fantasía, a creer en eso que uno cree”.
Consultados sobre la coyuntura del circuito teatral independiente y el campo cultural, los tres coinciden en señalar las dificultades del presente. Sofía explica que “el teatro independiente, por lo general, no tiene producción y es todo a pulmón, pero más allá de la falta de dinero concreta hay una opresión que estamos viviendo a nivel anímico, entonces es difícil vivir”. Guillermo sostiene que este es “un fenómeno que no sucede solamente en Argentina; el mundo está tomando una dirección muy cruel, muy espantosa, muy violenta” y, “en ese viaje hacia el horror, uno va olvidándose de cosas fundamentales como la ternura; a veces uno piensa que sin plata no puede sobrevivir, pero sin ternura, sin amor, sin cariño, sin el otro… tampoco”. Lautaro, por su parte, define la situación actual como “oscura y pesadillesca”, y dice: “Las medidas de este gobierno afectan no sólo a la cultura sino a la salud, a la educación, a los jubilados. Quieren naturalizar acciones como golpear o tirar gases lacrimógenos todos los miércoles a jubilados, a curas, a trabajadores. Lo que está haciendo el gobierno es abandono de persona y espero que en el futuro sea castigado como corresponde; diría que es traición a la patria. También instalan el desánimo y eso produce cuerpos deprimidos, enfermos. Es totalmente premeditado, una estrategia. En este sistema capitalista salvaje, la gente sobra y nos consideran basura biológica. Yo estudié magia y considero que eso es lo que nos quieren hacer creer, pero no es lo que somos. Tiene que ver con la sugestión y la hipnosis; lo repiten tanto desde los medios que la gente lo termina creyendo. Para mí este teatro que hacemos con tanto esfuerzo, tanto amor y tantos obstáculos sirve para soplar brasas en los corazones de quienes miran”.
Foto: Laura Gómez
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EL CORAZÓN DEL MUNDO
Actúa: Guillermo Angelelli
Dramaturgia: Santiago Loza
Dirección: Lautaro Delgado Tymruk y Sofía Brito
TEATRO DEL PUEBLO
Lavalle 3636
Lunes 20 h