La distopía del patriarcado.
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Notas

La distopía del patriarcado.

Tomando como punto de partida el estreno de su última obra, la directora Nayla Pose reflexiona sobre el rol del feminismo y sobre las complejidades de representar estéticamente el horror del abuso sexual.

2 de noviembre de 2022

En En este mundo loco, en esta noche brillante de la brasilera Silvia Gomez dirigida por Nayla Pose la desolación no sólo es la matriz de esta distopía  que muestra más de lo que dice, sino que nos obliga a repensar ciertas bases teóricas actuales y quizás a reformularlas. Volveremos sobre esto.

 Con una víncularidad fundada en el cuidado, la vigilante del Km.23 (Daniela Flombaum) recoge bajo su ala a la víctima aturdida ( Carolina Saade) y desde ese encuentro las formas materiales y la dramaturgia se abren a una maquinación poética donde todo se alude de manera refractaria. El mundo que las rodea (y en esto el espacio de Estudio los Vidrios es fundamental) es una zona de guerra, de las ruinas de una guerra imprecisa. Se entiende que los recursos materiales son escasos, se entiende que ciertas estructuras políticas, económicas y sociales no pueden ser lo que eran en el pasado (en nuestro presente). Sin embargo las funciones de la alegoría (y esta pieza de algún modo lo es) toman otro rumbo ya que no se homologan y dialogan con el presente, sino con el futuro: un futuro en el cual las lógicas de opresión y de violencia hacia las corporalidades femeninas sobreviven por encima de las estructuras conocidas. La obra trata de ir hacia la libertad, ese concepto tan pleno como esquivo, y nuestras heroínas cantan volviéndose livianas soñándose como “chicas pájaros”, pero como aludíamos arriba, más allá de sus intenciones narrativas En este mundo loco… deja entrever que el régimen patriarcal heterosexual siempre buscará nuevos contextos para ejercer sus condiciones y su pleno derecho. Es necesario entonces volver a repensar los lazos unívocos entre sistema socio-económico y patriarcado, porque es posible que haya algo más que se nos hace difuso y nos hace repetir tesis que podrían ser insuficientes. En este mundo loco… abre preguntas sobre el destino de la única lucha desestabilizadora contemporánea y nos arroja en la cara que esa disputa no tendrá fin, que en otras condiciones las narrativas patriarcales no serán borradas (sino quizás al contrario) y que la oposición (posiblemente violenta) no es una opción, es la única respuesta. El resto es desolación.

Siendo vos una mujer, ¿cómo fue el trabajo con las actrices en la “estetización” de un abuso sexual? ¿Qué efectos tiene intentar representar lo irrepresentable e intransmisible?

-Lo que vos preguntas fue el gran interrogante con el que fundamos el proceso, es algo que conversamos  bastante en el equipo. Para mí el teatro tiene un trasfondo ideológico, trascendental, ético, político. Y esta obra en particular se mete con un tema tan vital como urgente,  que es el de la violencia hacia las mujeres. Yo creo que es un tema del que hay que hablar… que hay una invitación a que el tema esté en agenda pero para que eso suceda es inevitable cierta estetizacion del horror. Eso  también habla de lo complejo del tema.  Nos sentimos en un brete muy grande que lo voy a sintetizar en la pregunta que intentamos responder a lo largo de todo el proceso: ¿Cómo hablar de esto? Inmediatamente después de leer la obra, investigué a la autora y leí  que escribió este material a partir de un femicidio que sucedió en Brasil en el 2015. Me quedó muy claro en ese momento que  toda la belleza que podíamos crear iba a estar fundada en el horror. Cuanto más leía, conversaba  o más pensaba iba viendo como orgánicamente se agregaban capas de complejidad a la misma pregunta… y que eso tenía una relación proporcional con la responsabilidad

En un momento de la obra, alguien insiste con una pregunta… ¿Te parece que no explicitar el tema del abuso es algo saludable en términos de denuncia política?

-A mí me parece que si porque queda muy claro lo que pasa y las consecuencias en el cuerpo. Además hay algo interesante que tiene la obra,… reflexiona más que describe, hay un momento en que la obra se piensa a si misma… en ese juego la autora nos invita muy directamente a mirar la violación como síntoma de un sistema enfermo. Tomar conciencia de ese síntoma me parece más complejo y potente en términos de denuncia y también menos panfletario.

Hay cierta ebullición vital en esa complejidad. Y también creo que deja al  espectadorx recalculando en un rol más activo. Te deja de cara frente a una responsabilidad como miembrx de ese sistema enfermo.

Además, esa revisión que propone la obra es perfectamente linkeable con  ciertas dinámicas del feminismo.

Como movimiento el feminismo no es algo anquilosado, todo el tiempo está repensándose en una zona candente y viva.  Cuando leí la obra, esto fue lo primero que pensé.

Y eso me llevo a otra asociación que nos organizó bastante y que fue con esa frase famosa de Marechal: “De todo laberinto se sale por arriba”

En la obra la amenaza crece por los cuatro puntos cardinales y es por eso que se trama una hipotética fuga en un avión. …

Desde mucho antes de leer esta obra pienso que el feminismo es la salida contemporánea del laberinto en el que estamos atrapadxs.  Y Silvia nos  propone en su obra, un escape glorioso por los techos, pero esto no solo es literal… también se da en lo que se pone en juego en la obra: humanidad, cuidado, cooperación, reciprocidad.

¿Te parece que habitando un mundo violento, las mujeres tienen que estar preparadas para responder desde ese mismo lugar?

-Que pregunta compleja, la verdad es que no lo sé. Yo no creo mucho en la violencia, pero de verdad no sé cómo me comportaría en una situación de violencia extrema hacia mi o hacia alguien queridx. No sé, no creo poder intelectualizar eso, creo que es algo más instintivo, más animal.

En la obra uno de los personajes está armado, practica la empatía, el cuidado pero tiene un arma de fuego. Según nuestra puesta nunca se dispara una bala, esto también me parece interesante, podría hacerlo, pero no lo hace… pero esa arma la coloca en una situación de mayor poder para defenderse.

Yo creo en las líneas de fuga,  en otras opciones, en la resistencia, pero no puedo evitar decir que hablo desde la comodidad y tranquilidad de mi sillón.

Así como te digo que  a priori no creo en la violencia  también te puedo decir que la voy a bancar siempre a Higui de Jesús, de ella decían “se defiende como un hombre”… Y si, ¿qué esperan frente a un ataque?¿docilidad?, ella no buscaba matar a un tipo sino defenderse de un ataque mortal.

Claramente defenderse no es sólo cosa de hombres.

La obra abre una diégesis en un futuro hipotético donde parecería que los modos de producción capitalistas no puede desarrollarse como en el presente, porque en esa situación de desolación total habría que repensar estos modos. Por eso me interesó esto de que las relaciones sociales de opresión (deudoras de las relaciones de producción) se sostienen más allá del capitalismo. O sea, habría un patriarcado más allá del capitalismo. ¿Lo pensaron esto?

-La verdad es que no lo pensamos en estos términos, es interesante lo que planteas. Si pensamos en esto que te decía de ese “superpoder” que tiene la diosa/maga/vigilante que es el del cuidado. Aquel, aquella que sea capaz de hacer algo por otrx es quien tiene un super poder. Esto es  lo que aniquila el capitalismo. Y en el caso de que no se aniquile, es lo que se fuga de sus márgenes y lo que genera resistencia.

Como dice Rita Segato, “el neoliberalismo trabaja liquidando la empatía por competencia pura”.

Lo que nos queda como espacio de resistencia es algo de esa fuerza vital, de ese caudal humano que todavía puede escaparse de esa lógica mercenaria, capitalista y neoliberal. O sea, de alguna manera lo pensamos.

Otra cosa que se me cruzaba mucho por la cabeza, que no tiene que ver directamente con tu pregunta pero si con algo de lo  social es: en este mundo de exhibicionismo flagrante ¿Cómo seguimos haciendo ficción? ¿Cómo hacemos posible una ficción sobre este tema?

Es algo que se intenta responder desde la puesta.

Por Ricardo Tamburrano - Juan Ignacio Crespo

Ricardo Tamburrano Autor
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