Todo el tiempo del mundo - Lorena Romanin
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Lado B

Todo el tiempo del mundo - Lorena Romanin

Lorena Romanín, creadora del suceso infantil Ana y Wiwi, nos sumerge desde un costado sensible y armónico como se lleva con el tiempo libre, aspirando a que el ocio siempre ligado al placer y lejos de la obligacion

15 de septiembre de 2021

El ocio me encanta. Pero el ocio excesivo, me angustia. Ojo, la ocupación excesiva también me angustia. Estoy atrapada. Siempre pensé que hay algo complicado en los cambios de ritmo. O sea, es difícil ser estable si tu forma de vida no lo es. Hay algunas cosas que se resuelven con estar ocupada. Algunas angustias simplemente dejan de estar. Cuando estás a punto de estrenar y se te vienen encima mil cuestiones que tenés que resolver, no tenés tiempo de hacerte preguntas existenciales. Pero claro, te quiero ver el lunes posterior al estreno.

Pensás, tengo esta sensación en el pecho. ¿Qué es? ¿Angustia? No, no puede ser. Estoy tranquila. Acá. Tomando un mate. ¿Cómo puede ser que el no hacer nada sea angustiante?

Quizás no sea eso lo angustiante sino ese espacio para poder sentir. Para poder decidir. No ser productiva por un rato puede ser movilizante también. Así de incorporadas tenemos las cuestiones socioculturales.

A veces pienso que necesito un trabajo más estable. Algo que me amortigüe esos momentos en los que mi trabajo mengua.

Para quienes el trabajo es intermitente -afortunadamente intermitente, incómodamente intermitente- se pone difícil por momentos. Cuando te acostumbrás a estar ocupada y, de un momento al otro, dejás de estarlo. O, al revés también, cuando te acostumbrás a tener tiempo libre, te armaste tu rutina de ir al gimnasio, ver series, cocinar y cosas que podés hacer cuando hay tiempo y vuelve a cambiar todo. Es el abismo.

No me quejo. Más allá de las obvias incomodidades que generan los cambios, elijo mi forma de vida sobre otros modos de vida más estructurados.

Mi trabajo se trata de tener esos momentos de vacío para darle lugar a la gestación de un material. Es necesaria esa mirada que se abre, que recibe. Ese momento en el que una idea ancla ahí, en ese lugar mágico del que viene todo. Después de un silencio se hace la luz y todo empieza a girar otra vez. Y de nuevo, ahí vamos. A poner todo lo que hay que poner para que una obra nueva vuelva a hacer todo el proceso hasta estar arriba de un escenario y con el público mirando.

El ocio es tan difícil y tan fácil como respirar. Como pisar el pasto descalza. Como que te dé el sol en la cara y tomarte un segundo para sentirlo. Es eso. Es hacerte consciente de lo que te está pasando. No pasarlo por alto. Es darme cuenta de que cuando dejé a mi hija en el colegio la saludé demasiado apurada. Que hubiera querido tomarme un segundo para darle un abrazo. Es mirarla entrar, tan chiquita con esa mochila tan grande, y ponerme contenta pensando en cuando encuentre los arándanos que le puse de sorpresa.  También es comprarle los arándanos. O lavarlos, uno por uno.

De esa vida que te entra, aunque no quieras. Y que cuando no estás TAN ocupada, seguro que la podés vivir un poquito más en profundidad. Probablemente, algo de eso, no así, literal, pero algo en lo que se transforma eso que se va filtrando como el solcito que entra por las hendijas, sea lo que va a germinar adentro y va a generar una nueva obra.

Cuando atravesaste esa incomodidad de tener todo el tiempo del mundo a tu disposición. Es en ese momento, cuando abrís los brazos y te sentís querida por algo que no sabés bien qué es. Cuando te sentís afortunada por el árbol que se te asoma por la ventana y, también, por tener esa ventana. Y por la intermitencia. Por la escritura. Por el teatro.  Es ahí, cuando tenés todo el tiempo del mundo, pero no solo por la agenda vacía… Es cuando se te abre algo adentro, un espacio en el está todo el tiempo de todo tu mundo.

Lorena Romanin

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