“Yo no veía teatro de chica, no iba con mi familia al teatro. Lo poco que vi fue en la escuela y no estaba nada bueno. Sí tuve una infancia de pasar mucho tiempo en el campo, en las granjas que tenían mis abuelos inmigrantes”, dice Lorena Romanin, la dramaturga y directora, creadora de la exitosísima Como si pasara un tren, que estas Vacaciones de Invierno estrenó en el Centro Cultural San Martín su primera obra de teatro para el público de infancias.
Dramaturgia (casi) sin palabras. Personajes (humanos, y de los otros) nada lineales, también valientes y entrañables. Música original en vivo. Ideas potentes. Temas poco visitados en el teatro para chicos y chicas. Y un mensaje de respeto y amor. Elementos, motivos, que hacen de “Ana y Wiwi”, la nueva obra de Lorena, un trabajo hermoso, conmovedor y (definitivamente) distinto a todos.
Ana, la protagonista, es una nena de 10 años que vive con su papá en el campo. Una noche, su papá, que es el capataz del campo, ayuda a dar a luz a una vaca y así nace Wiwi, con cuya llegada la vida de Ana, que acaba de perder a su mamá, vuelve a llenarse de alegría. Todo es perfecto hasta que la dueña del campo decide llevarse a Wiwi para venderla. Pero la pequeña heroína de esta historia está dispuesta a todo para salvar a su mejor amiga.
¿Cuál fue el disparador, profesional y personal, para crear un universo como el de Ana y Wiwi pensando en ese público al que hasta ahora nunca le habías hablado, el de las infancias?
Tener una hija es un re disparador para trabajar con el público de las infancias, porque te toca consumir mucho de todo lo referido a ese universo, obviamente. Pero antes de ser la mamá de Lena fui programadora de espacios infantiles, hacia el 2012/2013 estuve a cargo de la programación para chicos y chicas en El Tinglado. Tuve luego ya como dramaturga y directora un primer intento de hacer algo para las infancias pero comencé a trabajar con una actriz que luego decidió abandonar la actuación por lo que fue un intento fallido. Y este año dije ¡tengo que hacerlo! Estaba con toda la ansiedad del año de teatro frenado por la pandemia, con toda la creatividad ahí latente, a la espera de darle curso, y me decidí a hacerlo en el verano, en un viaje de regreso desde la Costa a Buenos Aires con Mariano (Mandetta, actor de la obra). Volvíamos por la ruta y vimos en un campo una escena que fue finalmente el disparador: un señor llevándose el ternerito de una vaca que, claramente, luchaba para que no se lo llevaran. Yo ya venía con el mundo del campo como teatralidad en la cabeza porque me resulta muy lindo, me aparece como proponiendo una estética muy ampliada, con distintas cuestiones que para mí suman un montón. En lo personal, además, tengo el recuerdo de una infancia en el campo, de pasar mucho tiempo sola en los maizales. ¡Tenía ausentes en el colegio porque me iba a pasar tiempo con mi papá allí! Bueno, en la obra la protagonista comparte la vida con el padre en el campo, también… Y así, una vez que apareció ese mundo y esa escena me empezó a pasar por la cabeza la historia y ahí es cuando yo ya casi no manipulo mucho más. Es igual en mis clases de dramaturgia, es como que el material va apareciendo, en realidad la propuesta es descubrir el material que está ahí, en ese mundo que un día surge y que para mí es el mismo del que vienen los sueños.
Llegada esa imagen, los colores y los sonidos del campo en este caso, una vez que la historia que va ‘apareciendo’, hay que tomar decisiones y vos decidiste comenzar a contar este cuento a partir de una instancia de la vida que no es habitual en el teatro que se ofrece a las infancias, aún hoy. Ana y Wiwi comienza con una pérdida, con el momento mismo en el que Ana se despide de su mamá frente a una cruz… ¿Por qué?
Bueno acá está esto que decía antes de que yo no manipulo tanto. Te digo la verdad, cuando pensaba que la obra comenzaría con una nena frente a una cruz, de hecho cuando la cruz llegó al escenario, era, fue fuerte; y por supuesto era, es, una gran pregunta ¿qué pasará con les niñes ante esa imagen? Porque no hicimos ninguna pasada ni ensayo con niñes, incluso en el sitio donde se venden las entradas en la sinopsis se menciona algo al respecto y ha habido quien comentó: “¿Cómo se les ocurre en estos tiempos llevar la muerte a escena?”, pero, bueno, yo confío en la honestidad de la creación, que por supuesto puede fallar puede no gustar y puede no funcionar, pero hay que amigarse con eso como creadores, confiar y animarse a correr riesgos.
A propósito de esto, otro de los elementos “distintos” en tu debut como creadora de teatro para las infancias es el haber trabajado con una dramaturgia casi sin palabras. ¿Cuál fue el motivo por el que elegiste ese camino?
Yo trabajo mucho en forma intuitiva, en primera instancia. Me interesa mucho, además, que el lenguaje hablado, la palabra tal como la conocemos, no sea un obstáculo para ningún tipo de público. Después, las pocas palabras que sí usamos son como las palabras con las que nos vinculamos con los animales: nombres, decir sí/no, y no mucho más. Por supuesto eso también era algo que me daba bastante temor, pensé incluso en sumar una narradora con voz en off para que ‘explique’ el cuento, pero confié. El proceso de trabajo igual fue muy muy rápido. Cuando comenzamos a ensayar este año estábamos nuevamente casi en Fase 1 y nos parecía muy poco probable que hubiera Vacaciones de Invierno con teatro presencial y de repente hubo. En muy pocos meses pasamos de la etapa ensayos a la etapa puesta de escena en sala, con todo lo que este regreso significa, para todes les artistas, ¡y estrenamos!
En Ana y Wiwi, frente a todo lo disruptivo, sí hay dos lenguajes que son más habituales en el teatro para las infancias: la música y los títeres. Respecto al lenguaje musical, ¿cómo fue la elección, más allá de lo propio de asociar al universo campo con un intérprete como Yacaré? Y en cuanto a la titiritezca, contanos por favor sobre el trabajo con esa enorme intérprete titiritera que es Daniela Fiorentino.
Bueno, sobre la música, pensar en lo autóctono me llevó a pensar en Yacaré y él aceptó encantado, compuso incluso música original como la canción Corre Wiwi, corre. Y apenas se sumó al equipo se puso a trabajar de una con los chicos, rasgando en medio de los ensayos, muy disponible; un placer total. Un genio, divino. Que esté en vivo además era, es, lo ideal, pero incluso si él no pudiera estarlo tenemos la opción de trabajar con su pista. Y en cuanto a Dani, yo la conocía de la vida pero nunca había trabajado con ella y siento que su incorporación fue absolutamente acertada. Daniela además de ser mega talentosa tiene un recorrido absoluto en el universo del teatro de títeres y objetos y creo que juntas hicimos un trabajo muy enriquecedor. Estoy muy agradecida a su disponibilidad para el laburo, es muy muy respetuosa y empática. En realidad estoy feliz con todo el equipo, feliz y muy contenta porque siento que lo mejor que hice fue armar un equipo lleno de gente que es la mejor en lo que hace. En el caso de Luciana, este es su primer infantil pero lo hace como si lo hubiera hecho siempre, como dice Dani: “le habla a Wiwi desde el primer día”. A Jorgelina la llamé y en la primera charla, sin que yo aún dijera mucho, ella me cuenta que había hecho giras por el exterior con danza con boleadoras, o sea, ¡el nivel de sincronismo! Me reuní con cada uno con dos carillas y un cuento y ellos confiaron, y bancaron.
(Nota de la Revis: la relación entre esta anécdota con la actriz Jorgelina Vera y lo que sucede en escena con su personaje no la contaremos aquí porque no somos de spoilear).
¿Por qué Wiwi, Lore?
Porque poquito antes de iniciar todo este proceso creativo había muerto una gatita que tenía Mariano que se llamaba de esa manera y de alguna manera así, con su nombre en el título de la obra y en uno de los personajes protagonistas, la homenajeamos, a ella, a la relación de ambos y al amor que se tenían. Porque esta es una historia sensible y emotiva que habla de la amistad, el amor, la ternura, y el vínculo con los animales, claro.
ANA Y WIWI
Sábados y domingos a las 17h en el Centro Cultural San Martín (En Vacaciones de Invierno, funciones también jueves y viernes). Para niños y niñas a partir de 3 años.
Con dramaturgia y dirección de Lorena Romanin, las actuaciones de Luciana Grasso, Mariano Mandetta, Jorgelina Vera y la titiritera Daniela Fiorentino. Músico en escena (Y Música original): Yacaré Manso.
Diseño de Escenografía y Vestuario: Gabriella Gerdelics (Realización de Escenografía: Equipo del Centro Cultural San Martín). Diseño y Realización de Títere: Alejandra Farley. Diseño de Luces: Diego Becker
Asistencia de Dirección y Producción Ejecutiva: Jimena Morrone
Producción Ejecutiva y Prensa: Romina Pomponio
Credito fotografias de escena: Yamila Nair Williams & Federico Cosso