La piel del mercurio
Sección Danza - Revista Llegás
Danza

La piel del mercurio

Con un pie en la arquitectura y otro en la danza, Melisa Zulberti, pone en escena La continuidad de los cuerpos. La anatomía como un elemento químico.

17 de agosto de 2022

Estamos atravesando una época de intersticio entre lo conocido y lo que aún no conocemos. La pandemia sacudió al mundo que intenta reacomodarse en un molde viejo que ya no funciona. En este momento liminal entre la pre y la pos pandemia, el arte continúa expresando en las formas en las que sabe manifestarse: creando.

La continuidad de los cuerpos es una “propuesta multidisciplinar, donde la pieza vincula conceptos como peso, fragilidad, suspensión y duplicación”, como dice su ideóloga, la bailarina de danza contemporánea y artista visual Melisa Zulberti, cuyas obras tienen mucho de arquitectura (estudió diseño industrial) relacionada directamente con el movimiento porque piensa en cómo la danza los puede habitar (“está en mi adn”, comenta). Creada entre la cuarentena y sus restos, una de sus versiones se podrá ver en el Festival Futuros del Centro Cultural Conti el sábado 17 de septiembre a las 16 hs.

Hoy sabemos que la pandemia puso en pausa trabajos, interrumpió giras y programaciones, afectó de diferentes maneras las creaciones y hasta empujó a que lxs trabajadorxs del arte y la cultura tuvieran que inventar distintas maneras de subsistir. no quedaba otra.

La situación de pausa obligada le dió a Zulberti el tiempo para ponerse a investigar el mercurio, material que explora en este trabajo al que se refiere como “escultura viva”. Tal como ella reconoce, la no posibilidad le abrió una nueva posibilidad de tratar de entender o traducir un material, y es en ese sentido que la obra está atravesada por la cuarentena: “El trabajo arrancó en plena pandemia, me había quedado en la casa de mi familia en Tandil sin poder volver acá, así que el proceso empezó por un camino inverso que fue más teórico, más conceptual. Tratar de entender cuáles eran las particularidades del material, lo que me interesaba trabajar, hacer bocetos. Una etapa de conceptualización de la idea del trabajo y maquetar bocetos de imágenes y estructuras”, cuenta la artista y relata que el mercurio surgió casualmente debido a la necesidad de tomarse la temperatura para observar la fiebre en esa época de Covid. Así llegó al termómetro familiar de mercurio que generó preguntas en los menores de su entorno que ella buscó responder: “Empecé a ver muchos videos sobre el mercurio, a investigarlo y empezar a entender cómo eran las lógicas, las vibraciones, cómo pasaba del estado sólido al líquido, cómo era esa transición y cómo se podía llevar eso a un proceso de investigación de movimiento”, señala.

Al reflexionar después, al ver el trabajo terminado, pudo entender que  muchas cosas tenían que ver con el contexto en el que fueron creadas. “Yo trabajo mucho con lo escultórico y había algo de la masa, de la acumulación de los cuerpos,  que en este trabajo se ve reforzado dentro de la obra. Tal vez por oposición en el contexto que fue creada, resalte aún más esa búsqueda que yo tenía, por la necesidad de contacto o de la cercanía con el otro. Si la veo pienso, claro, estaba en una”.

Partituras escultóricas

En la pieza, un grupo de bailarinxs investigaron las cualidades del material pensando a los cuerpos como territorios magnéticos y a la vez que como tejido social que trama territorios en su interacción con los demás, como dice la autora. La intención del trabajo era trasladar al cuerpo la investigación, esas “partituras escultóricas para que habiten el movimiento”, tal como le gusta definirlo a ella.

Durante el proceso de trabajo se llegó a la propuesta estética del vestuario: “Tenía como desafío pensar cómo traducía este material a la escena a nivel visual sin la necesidad de tener que hablar del mercurio que para mí es el trasfondo de la obra, no quería que la gente la viera y dijera ‘ah, está hablando del mercurio”, cuenta Zulberti que reconoce que el público resuena con eso pero cree que es por los gestos que tiene la partitura, que se desprenden de la investigación de ese material. Los trajes que viste el grupo tienen el tono del mercurio y a la vez uniforman a todxs lxs intérpretes porque les oculta los rostros. Esta despersonalización busca acentuar el material: “Quería que el elemento fuera el que se moviera en el espacio”, afirma Zulberti.

La artista establece múltiples relaciones entre el mercurio y el cuerpo en la obra a partir de abordar esas vibraciones que el material puede tener de reacción frente a distintos componentes, a distintas manipulaciones, desde cómo es el mercurio en su estado líquido y cómo se va trasladando por el espacio (que a ella le recuerda clases de danza que ha tomado). Después tiene otra parte que es el proceso de imantación: “muy interesante porque nos ayudó a tratar pensar cómo eran los cuerpos que se imantan a otros cuerpos por las múltiples vibraciones, cómo el movimiento se podía imantar a otro o cómo el espectador se podía imantar a la obra. Hubo muchas resonancias, sobre todo la ductilidad de pasar de un estado a otro”.

El conflicto como posibilidad

Como bailarina y artista creadora lo que más le interesa investigar de la danza y el movimiento tiene que ver con el conflicto real, con la situación que el cuerpo tiene que resolver: “me gusta generarle al movimiento y al cuerpo un proceso de investigación que parta de algo muy específico y concreto que puede ser un plano inclinado que de alguna manera ya le estás proponiendo al cuerpo que trabaje con desnivel, con una caída real. Siempre busco obstáculos, obstrucciones. Creo que eso es lo que más me convoca de trabajar con el cuerpo, tratar de generar esas interconexiones con otros lenguajes y ver cómo a través de distintas espacialidades, obstáculos, resuelve. Eso es lo que más me gusta del movimiento, cuando de verdad veo que se está investigando algo concreto, real específico yo le digo conflicto porque sino te caes”, puntualiza.

En esta propuesta el trabajo implicó mucha confianza porque apenas pueden ver y entre el grupo arman estructuras de casi 4 metros de altura donde tienen a compañeros encima. Esa responsabilidad extra en la atención y el hacer genera la temporalidad de la obra que acontece en el tiempo real que requiere la tarea para que nadie se lastime. “trabajamos mucho la conexión en el equipo, la confianza, esto de resolver situaciones, cada uno tiene que estar muy concentrado en la pieza que tiene que armar en ese momento”, remarca Zulberti a quien la investigación de lo concreto en el movimiento, lo específico y real que ella nombra como conflicto, es lo que más le gusta del movimiento.

La continuidad de los cuerpos ofrece arte y ciencia habitados por el movimiento en tiempos pos pandémicos, desde una mirada tan vibrátil y dúctil como el mercurio.

 

Próxima Presentación

Festival Futuros del Centro Cultural Conti el sábado 17 de septiembre a las 16 hs.

Dulcinea Segura Autor
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