Las chicas de maestranza de Sara Estefanía Córdoba. 
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - 4000 Caracteres

Las chicas de maestranza de Sara Estefanía Córdoba. 

7 de febrero de 2020

Alguien escucha una declaración de amor imposible sentada sobre un inodoro. El baño público como territorio de afectos plebeyos. 

 Había terminado de mear pero permanecía sentada sobre los retazos de papel higiénico que conformaban una extraña arquitectura sobre la tapa del inodoro. Me disponía a mandar un mensaje de audio a mi hermana para contarle que me había acostado con la novia de una amiga. A punto de emitir la primera vocal que inauguraría una suerte de argumentos estúpidos, decidí llamarme a mutis cuando oí unas fuertes voces que se metían al baño. 

 -¿A quién saludaste? 

-¿Que? 

-Quién era ese al que saludaste 

-Un músico… 

-¿Que músico? 

-El que cantaba en esa banda de rock… 

-¿Que banda? 

-Los caballeros de la quema 

 Silencio 

 -¿Te conto Adela lo que pasó? 

-¿Qué cosa? 

-Mary tomó lavandina. Se confundió la botellita de seven up que teníamos el otro día…que boluda 

-Pero si tenía un papel gigante que decía lavandina! 

-Lo que pasas es que tiene muchas cosas en la cabeza 

-¿Qué cosas? 

-Dice que está enamorada 

 Silencio 

 -¿De quién? 

-De mí 

 Puse todo mi empeño en silenciar el teléfono e intentar ponerme los pantalones con el mayor disimulo posible. No necesitaba estar vestida para oír lo que venía pero no quería tener mi galletita de la fortuna a la buena de dios y de cuanta bacteria estuviera dando vueltas…el HPV también llegó al estado 

 -¿No me vas a decir nada? 

-¿Sobre qué? 

-Sobre que Adela está metida conmigo- pausa – Te mordes las ganas de decirme algo, yo te conozco 

– Yo no tengo nada para decir 

-No queres hablar porque sino te largas a llorar a moco tendido 

-Me voy a limpiar el microcine 

-¿Adónde te vas? 

 Oigo que la puerta principal de acceso al baño es empujada hacia afuera con fuerza. Una respiración está realmente agitada. Puedo escucharla desde los dos metros y medio que me separan de la escena. 

-¡Déjame salir! 

-¿Porque no me miras a la cara y me decís que no te importa? 

-Dale boluda, déjame salir que tengo que terminar 

-Me importa tres carajos a mi perder el laburo con tal de que te hagas cargo de que te gusto 

-Luisa déjame salir! 

 Atenta permanezco, mientras percibo el frenesí de una mano para si llevando al cuerpo agitado. Gemidos vergonzosos se tapan con el barullo que hacen la caída de objetos al suelo. De pronto suena un celular y no es el mío 

 -Si?– pausa – Repasando los baños de afuera- pausa – No sé dónde está– (corta) BASTA! 

Esto no puede seguir. Me voy a hacer lo mío que me van a dar una patada en el culo 

–Betiana, escúchame. Somos grandes, dejémonos de boludeces. Yo no puedo dejar de pensar en vos. Te extraño. Quiero que te vengas a vivir conmigo, que traigas a tus nenes y los criemos juntas. Te amo y me importa tres carajos si sos mujer, si tenes concha, que se yo! Que se vayan todos al carajo. Lo único que quiero es que nos demos la oportunidad de cagarnos en todos y ser felices. ¿Que queres al lado? ¿Seguir viviendo con ese hijo de remil yutas que te trata así? 

-Vos estás loca! Yo no me puedo animar con vos. ¿Qué les digo a los chicos? Saben que hijos ¡Mama se hizo tortillera! ¿Que queres que les diga? Y Walter me va buscar y me va hacer cagar 

-Eso no va pasar. Antes le metemos una orden de restricción y si se acerca lo hacemos cagar nosotras. Mírame a los ojos y decime que no queres que estemos las dos en pelotas en la cama mientras te acaricio esas tetas que tenes y te digo que si pudiera te haría un pibe, así de la nada, de toque. Sueño con vos! Y me importa tres carajos perder el laburo y que me digan torta. Por vos dejo todo. Yo no tengo nada, solo estos brazos para abrazarte. 

 Me quedo helada, sintiendo ganas de llorar porque lo que oigo, es de un profundo cariño que hace rato yo no me animo a expresar, ni con el cuerpo ni con palabras. Las oigo llorar, reírse y me animo a espiar por la rendija de la puerta. Las veo, las chicas más lindas del mundo, más fuertes, que entre olor a mierda, lavandina y papel higiénico se miran a los ojos para amarse. Son las chicas de maestranza. 

 

 

Sara Estefanía Córdoba 

Licenciada en Actuación y ayudante de dramaturgia en la UNA. 

Escribe, dibuja y trata de hacer de la vida, una posible lectura 

saraestefaniacordoba@gmail.com 

Revista Llegás Autor
+
ver más notas