Juano Villafañe, 50 años en la cultura
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Juano Villafañe, 50 años en la cultura

11 de marzo de 2022

Juano Villafañe (poeta, ensayista, gestor cultural) cumple 50 años de participación activa en la cultura y lo celebra con una serie de actividades que, según dice, son el resultado de la casualidad y las suspensiones que impuso la pandemia en proyectos que venía trabajando desde hace tiempo.

En este medio siglo aparecen hitos importantes y una larga lista de nombres propios que significaron un quiebre no sólo en su biografía sino también en la historia de la cultura argentina y latinoamericana. Por ejemplo: en 1954 sus padres –escritores y titiriteros– le festejaron los 50 años a Pablo Neruda con una función de títeres; ese día el poeta chileno bautizó al pequeño Juano para que siguiera sus pasos.

Villafañe tuvo una formación integral y asegura que su casa era un espacio renacentista donde se cultivaban todas las artes y las letras. “De niño era un gran lector, estudié música, artes plásticas, hice literatura, algo de teatro (sobre todo títeres) y siempre estuve vinculado a la actividad creadora”, cuenta. El mítico Teatro Siembra –la cooperativa que impulsaba su madre Elba Fábregas en la casa familiar de Av. Rivadavia, un espacio para cuatro espectadores que eran invitados a cenar luego de las funciones–, su paso por el Taller Literario Mario Jorge De Lellis, la fundación de la Revista Mascaró y su presente como director artístico del Centro Cultural de la Cooperación son algunos momentos fundantes en la trayectoria de este artista que se define como poeta.

- ¿Qué encontrás en la poesía?

- Nicanor Parra decía: “Todo es poesía menos la poesía”. Uno vive siempre en estado poético. Tenemos que liberarnos de las ataduras que impiden reconocer la experiencia poética, que puede ser una vivencia amorosa, mirar un río desde un puente o un viaje en tren. Todos las vivimos y necesitamos elaborar metáforas, pensar de manera simbólica, crear asociaciones, pero a veces hay cierta represión hacia el sentido de las imágenes. La diferencia estaría entre quienes ejercemos el uso de la palabra de manera sistemática y aquellos que leen, pero el lector también es parte de la poesía. Lo que ocurre es que en los últimos años, por una serie de factores, los poetas parecen ser más importantes que la poesía.

- Entre los hitos aparece LiberArte Bodega Cultural. ¿Qué memoria tenés de aquello?

- Fundé LiberArte en 1987. Ese espacio estableció un nuevo estado de las conversaciones. Ahí se reunieron por primera vez la generación del ’60, del ’70, del ’80, y proyectamos a las nuevas generaciones de los ’90. La cooperativa que se formó para mantener el espacio era presidida por David Viñas. Una cultura bien sesentista, muy comprometida con su tiempo. Logramos reunir lo que había sido aquel maravilloso recorrido del under porteño con el Parakultural, Cemento, Medio Mundo Varieté, Babilonia. El under siempre había funcionado por las periferias pero LiberArte estaba en plena calle Corrientes.

Ahí funcionaba un bar, una librería, dos salas de teatro donde actuaron Urdapilleta, Tortonese, Barea y Noy (entre otrxs), un centro de exposiciones que alojó la obra de León Ferrari, una sala de música donde se presentaron Sosa, Gieco o Zitarrosa y un videoclub con más de 30 mil socios por el que pasaban a retirar sus películas Charly García, Pino Solanas o el mismísimo Diego Armando Maradona, quien por aquella época estaba obsesionado con el cine de Kusturica. “LiberArte fue muy importante en la construcción generacional, en la distribución de imaginarios y en la diversidad de poéticas”.

Más actual es su experiencia en el CCC a cargo de la dirección artística. “Por provenir del movimiento cooperativo el CCC fue una construcción social, y no hay construcción social que pueda realizarla un solo hombre. El trabajo cooperativo es solidario, participativo y multiplicador”, afirma. Sus orígenes se remontan a 2002 –uno de los momentos más álgidos del país– y Floreal Gorini, dirigente del movimiento cooperativo, fue su autor intelectual. Villafañe reconoce en él una visión extraordinaria para comprender que la crisis no sólo era económica, política y social sino también cultural.

Este espacio alojará buena parte de la agenda para celebrar los 50 años. En abril se estrenará La Conversación (con dramaturgia y dirección de Gustavo Pardi a partir del libro El Corte Argentino) y en junio Confesiones de un escritor, un homenaje a Haroldo Conti con dirección de Manuel Santos Iñurrieta. También se relanzarán el Aula de Poesía junto a Jorge Dubatti y el Ateneo Javier Villafañe en Florencio Varela, y habrá varias presentaciones editoriales: un libro de poemas de su madre (Piedra demente) y otro sobre su vida artística (El eslabón perdido); su poemario más reciente (El corte argentino); las obras completas de Leonor García Hernando con prólogo de Villafañe; y una investigación sobre parte de este legado a cargo de Laura Fuhrmann y Santiago Alonso. En agosto, además, se presentará el disco de Débora Infante con canciones inspiradas en poemas del autor.

La línea biográfica de Villafañe está atravesada por la literatura y en la charla aparece con frecuencia la palabra “predestinación”. Describe un encuentro azaroso con una mujer en la estación de Temperley como una epifanía y lo asocia al monólogo de Molly Bloom escrito por Joyce al final del Ulises. También recuerda el día que descubrió El diablo, un ensayo de Papini, en los estantes más altos de la biblioteca de sus padres: por su edad no entendió mucho pero quería comprender mejor a ese personaje que ellos solían manejar en las obras de teatro. “Para mí los 50 años son parte de ese entrecruzamiento azaroso de líneas temporales. Sin calcularlo demasiado, salió este festejo”. Y entonces vuelve a la idea de predestinación: “A todos nos tocan algunas partituras ya escritas y otras en blanco que debemos terminar de escribir. Hay que saber descubrir cuáles son”.

Por Laura Gómez

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