Diario de un editor artesanal
Sección Letras - Revista Llegás
Letras

Diario de un editor artesanal

por: Lucas Oliveira

29 de agosto de 2025

1. Jueves

Entro al consultorio, el clínico sentado, frente a la pantalla, ni me saluda: ¿te preguntaste alguna vez por qué siempre tenés sed aunque tomes mucha agua? Me desconcierta porque no tomo mucha agua pero pienso, es verdad, siempre tengo sed. Gira y estira su mano para estrechar la mía en una contorsión imposible, se va a lastimar: tengo los resultados, me dice. Y no es grave, pero si no arrancamos con el tratamiento vas a tener sed el resto de tu vida. Vuelvo a casa con la sensación de que mi sed no es de agua, es de fuerzas invisibles que se hacen humo en el aire al abrir un libro. Siempre tengo sed, es cierto, abro cada libro con el ansia de saciarme hasta el orgasmo y rara vez lo consigo. Ah, pero cuando lo consigo.

2. Sábado

Saco un libro de la biblioteca, un primer premio de un concurso de novela. Empiezo a leerlo, me parece un gran comienzo por lo que guardo el ejemplar y hago mis tareas que incluyen cruzarme al hijo de un amigo, Simón, 12 años, lector voraz, es un agujero negro de letras impresas; todo lo que entra en sus ojos vaya uno a saber qué reglas cumplen allí adentro. En un acto de absoluto atrevimiento le ofrezco la novela: mirá lo que tengo, necesito que opines de las primeras 3 páginas. Lo toma son sumo cuidado, conozco personas de más de treinta que todavía no saben cómo se agarra un libro. Este Niño Universal lee a la velocidad de la luz: ¿me lo prestás?, dice. Está bueno, dice, pero quiero seguir leyéndolo, estaba buscando algo así.

3. Lunes

Me llegan un montón de afiches, diseños artificiales no tan inteligentes ofrecidos por una plataforma que tiene herramientas gratuitas que llevarán tus comunicaciones al infinito y más allá. Talleres. Puros talleres. Cuando no podés vender libros, me dijo Pedro sin ruborizarse; tenés que vender el conocimiento para hacer esos libros. Y que otros se ocupen de venderlos. Ya no vendas más libros, vendé talleres de cómo hacer libros, ¿me entendés o no me entendés? No le digo nada porque Pedro es siempre generoso pero se entiende. Pedro, se entiende, las personas que ofrecen talleres desde siempre, en cada rincón de esta época moderna, siempre sufren esta competencia desleal que surge en tiempos de crisis económica. Proliferan los cursos de cualquier aspecto literario sobre los cuales se pueda discutir o demonizar. Es una época de gran revuelo pues nadie tiene mayor poder de convencimiento que un  escritor con hambre que necesita poblar sus talleres para pagar el alquiler. Por supuesto, hay escritores, muchísimos, que son dueños pero a ellos les falta valor. Pedro lo sabe y por eso sus talleres versan sobre cómo empoderar artistas de cualquier rubro. No se interesa solo en escritores; su trabajo es el de "couchear" todo tipo de persona sensible que quisiera colocarse en boca de grandes instituciones capaces de ofrecer subsidios. No se te ocurra comparar tu obra con artistas muertos, olvidados, perlas ocultas en el enciclopedismo institucional, me ordena como si fuera un soldado; vos tenés que interpelar artistas en vigencia, que estén en la búsqueda de sentido, actuales, vivos, caretas, mientras más pedorros mejor. Para Pedro la época de crisis ecónomica se asemeja a los Juegos del Hambre y, por supuesto, gana el más inescrupuloso. Y advierte, no es para cualquiera: solo sobrevive el que más hambre tenga, ¿tenés hambre o no tenés hambre?

4. Feriado

Me llevo estos cuatro, me dice. Como no vendí nada (y en esta feria me habían dicho que se vendía un montón) siento que me vuelve al alma al cuerpo. Lolo se acerca y me susurra, tengo una escritora para mandarte, es una luz, miles de seguidores, hegemónica. La estoy financiando pero ya se nota demasiado, quiero que tenga una buena edición, un lindo ejemplar y un trabajo serio porque su trabajo va a perdurar. Te necesito, qué decís, me insiste tomando mi codo con fuerza. Nunca te fallé, Lolo, no te voy a fallar ahora. Acepto su convite porque me adula pero porque cuando Lolo trae un paquete siempre sobra un vuelto para todos. Eso sí, hay que confiar a ciegas porque así trabaja él. Nunca me defraudó. Incluso me aseguró que los últimos tres premios del gran diario argentino contaban con varios de sus clientes entre los finalistas. Eso le gusta más que ganar; como agente prefiere estar ahí, en el podio, jamás primero, jamás último, ahí, en el medio, peleándola. Lolo, el heredero bastardo, es uno de los seres humanos más preciosos que conozco y su "padre" lo supo desde que lo adoptó cuando tenía 8 años. Tirado como estaba, en la lona y sin parientes, no le quedó otra que aceptar a este señor de las cavernas vitivinícolas que lo amó con su alma y mucho más. Fueron ellos dos contra el mundo y, al momento de partir, le dejó un imperio morado de vinos de primera calidad premiados en todo el mundo. Lolo pasó la mitad de su vida pero todavía lo extraña horrores a ese papá que le decía que las mejores uvas son las que más sufren, los mejores vinos salen de climas peliagudos, como vos, que sos el mejor vino que pude haber conocido en mi vida ¡y mirá de dónde saliste! En unas semanas te visito por ese taller que decís tener y charlamos bien. Vos no te preocupes, me calma Lolo, que yo me encargo de todo.

5. Sin fecha

Todos los días es un aprendizaje nuevo. La edición de libros te lleva a descubrir personas, negocios e ideas y, sobre todo, formas de comunicarte con los que comparten tu época. Hoy estamos en crisis pero ninguna crisis duró para siempre así que ya tengo en mi cuadernito las tres o cuatro ideas que voy a compartir para sobrevivir a este momento. ¿En tu cuadernito qué pusiste?

Lucas Oliveira

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