
Testosterona fue diversa y multidisciplinaria desde sus orígenes. La obra surgió a partir de un poema titulado “Olor a diablo” escrito por el periodista Cristian Alarcón, hoy también dramaturgo y performer. En ese texto contaba:
Fui inyectado al menos ocho veces.
Yo era un niño
que lucía los tacos de su madre,
las joyas de oro, las perlas,
el rouge del contorno de su boca, ese violáceo en los párpados.
La hormona hizo su trabajo.
Se impuso masculina
en la fortaleza de mis huesos,
en el vello abundante,
una melena profusa y vitalicia,
en cierto vértigo animal
que algunas noches me lanza
al bosque.
La hormona a la que allí alude es la misma que da título a esta pieza que cruza teatro, performance, danza, artes visuales y periodismo. Desde los 6 a los 8, Cristian fue inyectado para lograr algo que iba contra su propia naturaleza: una masculinidad heterosexual.
“La necesidad del lenguaje poético fue la que me ayudó a atreverme a pensar en salir del formato periodístico, la non fiction o la crónica como un modo de abordar el tema. De manera intuitiva fui a buscar la performance, en principio como el modo de animarme a bucear en las profundidades de ese trauma infantil y a buscarle otros sentidos que no eran solamente el de su denuncia y visibilización”, cuenta Alarcón a Llegás, y confiesa que no quería quedar atrapado en la lógica de la víctima: “No me atrevía a nombrarme como víctima. Aprendí a desconfiar de ese lugar para no consolidarme en él, incluso cuando fui un niño migrante, un niño marica, un recién llegado en la ciudad. Me construí desde una lógica tremendamente masculina y alfa”. En ese sentido, Testosterona propone un abordaje de esas masculinidades hegemónicas con la figura de Walsh, la heroicidad clandestina o el cazador furtivo que es capaz de levantarse a dos tipos en un boliche para terminar reducido y acuchillado en su propia casa, quien pasa de cazador a cazado en un segundo. “Esa es otra parábola clásica del homosexual del siglo XX”, apunta Alarcón.
La obra también recupera una experiencia fundamental: en los últimos años el periodista coordinó grupos y workshops en el marco del Laboratorio de Periodismo Performático de Anfibia, revista que dirige desde el 2012. Las producciones se montaron en espacios tan diferentes como el patio de PROA, la calle Florida, las escalinatas de la Facultad de Derecho de la UBA, el Centro Cultural Haroldo Conti o la Fundación Cazadores, y abordaron temas que iban desde el techo de cristal de las mujeres de la justicia argentina hasta la transexualidad masculina de un joven cantante de ópera ciego pasando por la maternidad después de la cuarta ola o un femicidio en los años 50 investigado por una fotógrafa (María Eugenia Cerruti) y un periodista policial (Alejandro Marinelli).
“Hicimos un camino muy profundo por temas, campos, territorios y personajes muy diversos. Yo creo que ese aprendizaje me acercó a la idea de aliarme con alguien eminentemente teatral como Lorena Vega. Esto significa una decisión estética y política para darle a Testosterona un contorno más cercano a lo teatral. Quería que fuera en un escenario, con público sentado, en una sala de teatro clásica. Al inicio Lorena tenía la idea de hacerlo en un espacio no convencional pero terminamos haciéndolo en el Teatro Astros. Ahora que estoy en El Picadero me pregunto cómo fui capaz de debutar en un teatro para 550 personas en calle Corrientes”, exclama entre risas al otro lado del teléfono.
¿Qué hago acá? ¿En qué momento decidí meterme en este problema? Eso es lo que Alarcón se preguntaba cada noche al salir del camarín del Astros con su partenaire, Tomás de Jesús, justo antes de subir las escalinatas que conducen al escenario. “Ahora estoy en el Picadero, un teatro que tiene una medialuna que abraza al escenario, el público está muy próximo y esa fue la primera dificultad. Sólo la dirección y la marcación permanente de una profesional como Lorena, que está pendiente de cada detalle y que sigue estándolo, me volvió un instrumento útil para esta dramaturgia. El aprendizaje en lo teatral es infinito”, advierte el periodista, y también da cuenta de un proceso vivo que encuentra en la praxis del teatro una renovación permanente aún cuando el texto o las acciones se repitan: “Es como la negación absoluta de la neurosis por vía de la representación”.
Alarcón no está solo en escena. El proyecto original incluía a cinco performers: Nadia Granados (alias La Fulminante), una artista colombiana consagrada a nivel internacional, y Las Tupamaras, un grupo de performers vogueras de Bogotá. Sin embargo, durante el proceso creativo su directora decidió que estuviera solo. Más tarde, Vivi Tellas sugirió la posibilidad de incluir a una segunda persona y ahí apareció Tomás de Jesús, pero hace poco ocurrió una situación extraordinaria: Tomás tuvo un pequeño accidente que terminó con su hombro roto y el brazo inmovilizado, así que se incorporó a la obra Santiago Kuster, quien ahora se ocupa de los movimientos escénicos mientras Tomás dice sus textos e interviene como un asistente en sombras. “Estos personajes se duplican y en esa duplicación yo veo un movimiento cyborg que tiene que ver mucho con la obra. Al principio era yo solo en escena y ahora somos tres así que no sé a cuánta gente tendré que quebrar, yo voy incorporando lisiaditos en escena. Será una especie de Misery marica de la performance (risas). Es hermoso lo que se está produciendo en escena con la incorporación de Santiago”, comenta.
Testosterona es una criatura viva, mutante. Función a función se incorpora data nueva sobre los tratamientos de conversión. Podríamos imaginar que esto ya no ocurre en ningún lugar del mundo, pero en realidad continúan sucediendo aberraciones de todo tipo, ¿no?
Si me preguntás a mí, hoy no le veo la extinción a esta obra. Al principio pensaba que podíamos hacer una temporada de tres meses, después apareció Colombia y Ecuador, una segunda temporada… Y ahora estamos planificando giras para el próximo año. Como la investigación está tan viva esto puede continuar. Ahora, por ejemplo, acaba de aparecer un informe de la Asociación de Familias Diversas de la Argentina (AFDA) que cuenta cómo los tratamientos de conversión de la homosexualidad están terriblemente vigentes en este país. Tengo muchas ganas de profundizar en esa investigación. De 839 personas encuestadas en Argentina, alrededor de 268 admiten haber sido víctimas de algún tipo de tratamiento, la mayoría de ellos (más del 50%) iniciados por líderes religiosos. Esos tratamientos son intervenciones psiquiátricas completamente indebidas, grupos de doce pasos donde se los pretende rehabilitar como si fueran adictos a las drogas o al alcohol, o exorcismos que incluyen electroshocks y violaciones. En Estados Unidos salió un informe de la CNN que da cuenta de un rebrote de las prácticas de conversión después de Trump.
El informe de AFDA revela que el 57,5% de los encuestados señala a líderes religiosos como los principales promotores de estas prácticas: el 82,1% de quienes las vivieron en carne propia nunca las denunciaron y el 69,4% vivió violencia psicológica como parte de los tratamientos de conversión. Son datos alarmantes que la obra expone y explora de manera poética a través de la belleza condensada en la taxonomía botánica o en la potencia de las imágenes proyectadas sobre la pantalla. También puede verse en Testosterona un salto interesante desde lo particular a lo general, desde lo individual a lo colectivo. Alarcón dice que el desafío no fue solamente revisar el trauma de su infancia o la práctica eugenésica nazi de inocular testosterona a los niños para que sean heterosexuales, sino también observar los efectos causados en la subjetividad por la imposición de ese mandato.
A Lorena le dijo: “Esta es una obra sobre las masculinidades contemporáneas”. Y hoy se pregunta: “Si un niño afeminado de los ’70 fue inyectado con testosterona vulnerando todos sus derechos para que se comporte como un varoncito, ¿qué se le hizo a los hombres argentinos de esa época y qué se les hace a los varones de hoy para obligarlos a existir en una ética y una moral masculinas que debe responder a los cánones de la violencia, la fuerza, la conquista, el poder, la rudeza, el silencio, lo hosco, lo áspero, lo sancionatorio, lo represor y lo controlador?” Al principio Cristian no estaba preparado para encarar una investigación periodística en primera persona. “Mi desviación hacia el arte tuvo que ver con mi propia incapacidad para trabajar con los materiales de mi trauma, sobre todo los provenientes del campo científico. No podía escuchar a médicos, endocrinólogos o andrólogos”, confiesa en esta charla. Por eso decidió tercerizar la etapa de investigación en una académica profesional. Sin embargo, la realidad siempre se impone y los testimonios empezaron a llegar a él en boca de amigos, conocidos o espectadores que lo esperaban en la puerta del teatro para contarle sus historias.
“Llego a España y en la entrega de los Premios Ondas me encuentro a un influencer gay al que admiro mucho y sigo en redes. En una pista, mientras suena música electrónica, me pregunta de qué va mi performance; cuando le respondo, me cuenta que también fue inyectado. Un médico colombiano que vive en Barcelona se contacta por Instagram porque vio un reel mío y me cuenta que fue inyectado. Mi masajista en Buenos Aires tiene un amigo venezolano que le cuenta su propia experiencia –enumera–. Si yo me hubiera puesto a buscar estos testimonios, no sé si los conseguía. Llegaron a mí y en este tiempo me deshice del temor, dejé de fingir demencia respecto de mi trauma y ahora lo puedo mirar de cerca en el microscopio entonces… ¡agarrate Catalina!”.
Ahora se abrió una nueva etapa. Alarcón se presentó a una beca del Pulitzer Center y solicitó apoyo para crear un grupo de investigación en Colombia y Ecuador antes de la gira. “Ganamos la beca y ahora soy fellow del Pulitzer gracias a Testosterona –comenta orgulloso–. Por primera vez pudimos investigar con metodología periodística clásica qué pasa con los tratamientos de conversión en esos países e incorporar la información en las funciones de Bogotá, Cali y Quito”. En los camarines de esos espacios –el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo (Bogotá), el Teatro Municipal Enrique Buenaventura (Cali) y el Teatro de Variedades (Quito)– ocurrió algo maravilloso e inédito: un cierre periodístico como en el Página/12 de los ’90. “Dos horas antes de la función yo estaba con un teléfono en la oreja y Tomás de Jesús estaba completamente fascinado porque es algo que ya no existe y ahora se dio en un camerino. La obra acaba de estallar, está en su momento más lúbrico y es un desafío sostener el impulso vital de la curiosidad periodística”.
Los médicos y los líderes religiosos son actores claves en este tipo de prácticas. Su influencia aparece con claridad en la obra y Alarcón sostiene: “La corporación médica merece mi más absoluto repudio porque, si hay complicidad de ese sector, es un delito. ¿Por qué no se judicializan los tratamientos de conversión? ¿Por qué no tenemos una ley que los prohíba? Hay un proyecto en CABA y otro a nivel nacional. Evidentemente hay una cuestión ética de fondo y la corporación médica no hizo ninguna autocrítica sobre las aberraciones que cometió con estos tratamientos deshumanizantes”. Los interrogantes parecen no tener fin. ¿De qué sectores sociales son las víctimas? ¿A quiénes se somete a exorcismos? ¿Qué otro tipo de humillaciones han atravesado estas personas?, se pregunta.
Testosterona habilitó este tipo de inquietudes y también reconfiguró las propias prácticas periodísticas de Alarcón. “Yo estoy en plena crisis de mi identidad periodística –asegura–. Si hay algo que está en crisis es el formato de lo testimonial y de la crónica narrativa, es decir, el hecho de que sólo las grandes historias justifiquen la existencia de un periodismo que se defienda de la extinción. Nosotros fuimos hacia la academia y creo que ese compromiso se renueva en Anfibia a partir del hecho de que hay una emergencia de autores anfibios que provienen más de la academia que del periodismo”. Esa desconfianza hacia lo testimonial lleva largo tiempo y puede verse claramente en producciones periodísticas como Si me querés, quereme transa (2010).
El autor explica que la performance lo llevó nuevamente a un lugar donde cuestiona “la idea de que el periodismo se pueda hacer sin creación, y creación no significa invención sino valentía para mirar el prisma y no conformarse con un solo haz de luz que te devuelve una idea monolítica de la realidad”. Alarcón promueve también una autocrítica de los progresismos a la hora de pensar los abordajes de esa realidad que se quiere transformar y habla de la importancia de construir “una imaginación diferente que nos permita revisar nuestras propias prácticas culturales y políticas para la reconstrucción, no de este presente que ya parece perdido en manos de las ultraderechas, sino de ese futuro que a veces se nos escapa de las manos”.
En relación a la coyuntura actual, el periodista ve con ojos esperanzados la escena porteña: “Yo estoy en un momento de absoluta fascinación con el campo escénico porque viajo mucho por trabajo y soy consciente de lo que pasa en Madrid, en Barcelona, en Londres o París. La escena de Buenos Aires no se puede comparar a ninguna otra del mundo, muchísimo menos a la de América Latina. Su potencia emerge en su singularidad artística, en sus talentos creativos, en su capacidad de gestión cooperativa y en el modo en que se conjugan las energías de miles de artistas. Cuando haya pasado el mileísmo y hayamos derrotado a las ultraderechas, cuando haya surgido algo renovador en la política argentina, vamos a observar con enorme gratitud lo que actores, actrices, directores, dramaturgos, productores, escenógrafos, músicos, coreógrafos y bailarines están haciendo por el presente y el futuro de la Argentina. En este momento no registro una escena en la que uno pueda alimentarse de optimismo político más eficiente (y esa es una palabra que le tenemos que robar a las derechas) que la del teatro”.
Por Laura Gómez
ph: Nora Lezano
testosterona
Actúan
Cristian Alarcón, Tomás de Jesús y Santiago Kuster
Dramaturgia
Cristian Alarcón y Lorena Vega
Dirección
Lorena Vega
teatro picadero - Pasaje Santos Discépolo 1857
Sábados 20 h