El arte de editar
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El arte de editar

La editorial independiente Dábale Arroz desafía el mundo virtual con producciones artesanales y también de las otras

25 de noviembre de 2021

Tiempos de virtualidad, de pantallas. Tiempos medidos por los relojes de esas pantallas, que a su vez, en su cualidad ociosa, ofrecen con un simple clic todo tipo de oferta audiovisual: películas, series, documentales, música. Esas mismas pantallas, que por si fuera poco, también se han atrevido a incursionar en el mundo sagrado de los libros: es decir “e-libros”, con texturas uniformes de tecnología touch, sin aromas ni señaladores, de tipografía neutra, más bien un depósito digital de contenidos literarios. Mientras que en otro rincón, un libro real con hojas y solapas anida bajo el brazo, se abre bajo un árbol, bajo estímulo del lector que no teme dejar sus artefactos tecnológicos a un lado, y sumirse en el mundo de la tinta y el papel, sin ringtones ni low batteries mediante.

La popular cosmovisión de un futuro dominado por las pantallas y la inteligencia artificial ha llevado a conclusiones fatalistas del tipo: “el libro impreso va a desaparecer”. Algo así sostenía el escritor Eduardo Abel Gimenez, mientras, paradójicamente, fundaba una editorial.

En efecto, Gimenez, así sin tilde, seguramente por alguna variante involuntaria del apellido, y la profesora de Letras Natalia Méndez, se asociaron en el año 2013 para crear Dábale Arroz, una pequeña editorial independiente que realiza libros artesanalmente en formatos no convencionales. Y hace apeñas dos años ingresó también en la rama industrial, como para terminar de destruir la conjetura apocalíptica acerca de la suerte de los libros. De insinuación palindrómica, su nombre juega con el lenguaje, emulando la cualidad lúdica de Gimenez, plasmada también en su experiencia en la invención de juegos de ingenio.

“En 2013, Natalia Méndez y yo empezamos a hacer publicaciones artesanales y buscamos un nombre para el emprendimiento. Por un lado, Natalia, fan declarada de los zorros, lamentó que la palabra ‘zorro’ ya estuviera usada (Libros del Zorro Rojo). Por otro, veníamos de comentar una humorada sobre palíndromos que yo había escrito años antes en mi blog (https://magicaweb.com/2005/01/09/las-frases-palindrmicas/). Fue natural que se me ocurriera proponerle ‘Dábale Arroz’, como una manera de sugerir el zorro sin incluirlo explícitamente. La gracia continuó con Natalia haciendo un logo con la cabeza de un zorro”, relata Eduardo.

Artesanal significa ni más ni menos que hecho a mano, es decir, que cada ejemplar tiene un tratamiento único y especial, de precisión humana. Si bien este formato no permite grandes tiradas (suelen ser de 50 ejemplares), sí ayuda a la originalidad de la producción, en la cual se pueden ver ideas de lo más variadas, como mini fanzines, sobres con poesías, microcuentos almacenados en un frasco, un estuche de CD que guarda un poema, cuentos en rollos de papel que duermen en cajas, y en un punto de tregua entre la dicotomía material / virtual, e-fanzines (complementados con códigos QR que llevan a gifts animados). La artesanalidad conlleva una magia especial, que si bien la materialidad de un libro, aún el industrial, ya de por sí la contiene (incluso es parte primordial de su armadura de supervivencia), el agregado de la producción manual le otorga un encanto doble, donde además del acto creativo del contenido literario compartido con el lector, está también la forma de aquello que es realizado específicamente, uno a uno, único e irrepetible.

En cuanto a la rama industrial de Dábale Arroz -centralizada en Eduardo-, además de respetar la línea artística de la editorial con creaciones muy cuidadas en cuanto a estética y calidad, cuenta con una lista de autores de la que se sienten muy orgullosos, como Mario Levrero, Luis Pescetti y María Wérnicke, entre otros muchos.

“Por definición, lo industrial puede crecer, tener una cierta distribución en librerías, circular más que lo artesanal. De todos modos, como el fuerte nuestro hasta ahora es la venta directa, lo artesanal tiene un peso grande en lo que efectivamente vendemos. En el contacto directo con la gente (una feria, por ejemplo), lo artesanal tiene un impacto más fuerte, más notorio. Llama la atención de una manera diferente que el objeto ‘libro industrial’”, explica Gimenez.

Volviendo a la dualidad entre material y virtual surge la pregunta: ¿hay competencia? El libro y sus derivados, el objeto, con sus hojas de papel impresas, ¿compite con el formato digital? Tal vez tengan algún punto de conflicto, y es posible que existan lugares de disputa, pero también conviven, o al menos no colisionan; mucho menos parece peligrar la existencia de uno en favor de la toma de poder del otro. Mejor así, para quienes nos sentimos atraídos por ese encanto tangible que arrastra un libro de carne y hueso. Si bien se podría pensar esta obstinación en imprimir como un lugar de resistencia, lo cierto es que el libro concreto, palpable, a pesar de haber sido víctima de cuantiosos presagios que anunciaban su inminente desaparición, continúa su milenario camino, y no sólo gracias a sus características particulares, sino también a aquellos que contra los Nostradamus de turno, aportan su grano de arena insistiendo en darles vida real (y concreta) a los universos que anidan en las palabras. Tal es el caso de Dábale Arroz.

Por Martin D’adamo

 

Dábale Arroz

www.dabalearroz.com

dabalelibros@gmail.com

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