El Estado no te cuida
Sección Actualidad - Revista Llegás
Actualidad

El Estado no te cuida

27 de abril de 2021

La disputa por la presencialidad puso de manifiesto cómo se gestiona desde los Estados la situación de crisis sanitaria. El filósofo Matías Abeijón, sirviéndose de los conceptos de Michel Foucault, disecciona las prácticas que encubren las operaciones el Poder. Tanatopolítica, microfascismos y posverdad.

#CuidarteEsCuidarnos. Presencialidad escolar a toda costa; zonas liberadas para velatorios masivos donde caen las leyes para despedirse de la última Divinidad: escenas conocidas de la Tanatopolítica. El Estado contra todo pronóstico se erige como irracional (porque nuestros axiomas están errados). La sociedad no logra sortear la introducción de ingeniosos sofismas sobre “los cuidados” y se precipita al fascismo más rancio sugiriendo quiénes deben morir y quiénes no. “El derecho que se formula como de vida y muerte es en realidad el derecho de hacer morir o de dejar vivir” – escribe Foucault. Tomando a este último pensador francés como punta de lanza, el filósofo y psicólogo, Matías Abeijón, analiza en esta entrevista los discursos, las técnicas y las subjetividades que los organismos de control están produciendo en el cuerpo social, advirtiendo que el enlace entre Macropolítica y cuidado interpersonal no solo es falsa sino que encubre las peores tragedias.

¿Qué lectura harías de la gestión, discursos y técnicas que se emplearon desde los diferentes Estados (nacional, provincial, municipal) para conducir esta crisis sanitaria?

-En lo que respecta a la gestión estatal, me parece sensata. Sensata no quiere decir que me parezca correcta, o que la apruebe de pleno. Carezco de la formación técnica para emitir un juicio de esa índole en lo que respecta a lo sanitario y me repugna el espectáculo cotidiano de “especialistas/panelistas” que afloran en los medios de comunicación emitiendo juicios “técnicos” sobre la gestión de la pandemia. Me parece un espectáculo horroroso. Retomando lo anterior, cuando digo sensata, me refiero a que fue esperable: se trata un evento que desató una serie de medidas de seguridad gestionadas desde las estructuras macropolíticas. Estas medidas de bioseguridad existen desde mucho antes de la pandemia, pero este evento sin duda situó a la política en un plano completamente distinto. El debate entre priorizar la economía y la salud se dio en todos los estados a escala planetaria, y nuestro país no fue la excepción. Ideas como las de Zizek (que más que planteos sensatos yo los situaría como expresiones de deseo) de un retorno al comunismo rápidamente cayeron: las medidas de ayuda económica para enfrentar la parálisis económica duraron unos pocos meses. El escenario actual es bastante explícito en ese punto: estamos ante un fuerte rebrote, pero la economía debe continuar su curso. Más allá del evidente uso electoral en lo que respecta la apertura de escuelas por parte de Juntos por el Cambio/PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, esa disputa también debe leerse en ese marco de primacía de lo económico: la educación es un servicio mercantil, y como toda actividad económica debe continuar. En líneas generales, el caso de la gestión de la pandemia de Bolsonaro en Brasil es parecido. Creo que en ese punto es innegable, al menos en una escala comparativa, que el estado argentino a nivel nacional realizó un esfuerzo destacable por gestionar la pandemia poniendo en primer plano a la salud. Sin embargo, en lo que respecta al estado, creo que se generaron ideas preocupantes. Es entendible que desde las estructuras macropolíticas se apunten a medidas de cuidado sanitario en este contexto y traten de desarrollar una retórica discursiva del cuidado. Pero me preocupa la antropologización de las estructuras macropolíticas. Las personas “cuidan”, la organización colectiva “cuida”, no el estado. El estado, las estructuras macropolíticas, gestionan. A veces pueden gestionar priorizando lo económico, a veces priorizando la salud. Pero es muy peligrosa la naturalización de la idea de un “estado que cuida”. Es peligrosa porque hace invisible las múltiples formas de violencia que se ejercen en esa gestión gubernamental de la pandemia. Por mencionar algunas de esas formas de violencia, que todes conocemos: la alarmante situación de los lugares de encierro, el incremento exponencial de detenciones arbitrarias, el aumento del “ciberpatrullaje”, la histórica falta de soluciones concretas para las situaciones de violencia machista que empeoraron en este contexto de crisis sanitaria y un largo etc. Finalmente, respecto a las técnicas, creo que pueden diferenciarse dos tipos de gestión pandémica, o una, pero con dos modalidades diferentes. Las técnicas, o tecnologías, utilizadas para la gestión fueron tecnologías del biopoder, en el sentido que buscaron gestionar la vida biológica de los individuos y de la población. En ese marco, y en Latinoamérica y en buena parte de Europa, prevalecieron las técnicas disciplinarias, muchas de ellas descriptas por Foucault en Vigilar y castigar: confinamiento, restricciones de circulación, una vigilancia de control panóptico (el pedido de certificado de circulación). Las segundas técnicas son de otro orden, aunque también buscaban gestionar la vida biológica de los individuos. Se trata de las técnicas utilizadas en algunos países asiáticos, que apuntaron a un control y vigilancia virtual (Preciado y Byung-Chul Han las han desarrollado con más detalle).

¿Notas cierta anuencia de una parte de la sociedad con respecto a las fuerzas represivas?

-Claro que sí. Pero creo que es un fenómeno más amplio. Desde hace varios años, tal vez décadas, experimentamos un retorno a nivel planetario de fuerzas políticas conservadoras, la llamada “nueva derecha”. Su ascenso es preocupante. A nivel micropolítico, creo que podemos hablar de una presencia constante de microfascismos. Esas formas de microfascismos se articulan en diferentes escalas, pero siempre tienden hacia un conservadurismo político y, en muchas ocasiones, reaccionario. Para situarlo en el fenómeno particular de la pandemia, podemos hablar de cómo se expresa ese microfascismo cuando se pone en juego la vida biológica. (Giorgio) Agamben lo señaló de manera bastante clara en sus por demás criticados artículos sobre la pandemia: en un estado de inseguridad biológica permanente, todo civil está dispuesto a ser él mismo parte de los controles disciplinarios de vigilancia. Esas lógicas microfascistas también se expresaron cuando fue el debate por las prisiones domiciliarias el año pasado. A una parte considerable de la población (fogoneada por varios medios de comunicación) le resultó indignante e intolerable que esos individuos peligrosos salieran del encierro carcelario. La retórica argumentativa subyacente puede sintetizarse en lo que (Judith) Butler denominó “la distribución diferencial de precariedad”: los presos que recibirían el beneficio de la prisión domiciliaria eran vidas despreciables, desechables, que podían morir contagiadas en los hacinamientos de ese tipo de instituciones de encierro, y que no serían dignas de duelo ni de ser lloradas. Actualmente ese microfascismo también puede verse en la hipocresía subyacente al retorno a las clases presenciales en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: no importa el riesgo de contagio de la comunidad educativa en general, siempre y cuando se tenga acceso a ese servicio de la educación.

Ya sea por una existencia cotidiana monádica, o bien por una nueva distancia entre los cuerpos ¿Podemos esperar el surgimiento de una subjetividad pospandémica? ¿Con qué impactos en lo social, económico, político?

-Es innegable que el impacto económico y político será cada vez peor a medida que avancen estos años. En materia económica, lo peor siempre está por venir. Respecto a los cambios sociales y en la subjetividad. Es una pregunta importante, aunque creo que es imposible de responder con certeza. Tendería a pensar que sí, que la aceleración constante del proceso de virtualización del mundo y la realidad va a producir cambios en las formas de subjetividad contemporáneas. No sé de qué alcance. Hay cuestiones muy sensibles como las del tacto, el acercamiento y la vivencia corporal del otro que no creo que vuelvan a ser cómo las conocimos hasta el año pasado. Todo este nuevo proceso de aceleración virtual no es algo novedoso.  (Paul) Preciado caracterizó como régimen farmacopornográfico a las formas de tecnología que producen subjetividades desde la segunda mitad del siglo XX. Creo que en este siglo XXI, y a partir de la pandemia, esos mecanismos de producción farmacológica y semiótica de la subjetividad se aceleran. De hecho, sería difícil encontrar a algún habitante de alguna ciudad del globo cuya forma de sociabilidad no se haya visto modificada: la virtualidad ahora es la forma principal de contacto con los otros. También me parece que estas subjetividades van a relacionarse de una forma cada vez más problemática con la verdad. La instauración total de la virtualidad genera unos flujos de información que ya son prácticamente imposibles de manejar. Va a resultar cada vez más trabajoso poder verificar que información es verdadera, cuál es falsa, y el problema de la posverdad temo que va a empeorar. También creo que será necesario pensar nuevas formas de habitar el ciberespacio, más allá del uso cotidiano, recreativo y laboral. El espacio virtual también es un espacio de batalla, y ya está siendo utilizado desde hace mucho tiempo como un espacio más de producción y gestión de la subjetividad.

Para terminar ¿Hay algún material crítico o filosófico que hayas leído en este tiempo que mejor lo analiza y da pistas para entender la situación?

-Creo que es urgente volver a Vigilar y castigar de Foucault. Las formas predominantes de gestión de la pandemia, sean virtuales o no, son y posiblemente sigan siendo disciplinarias. Por otra parte, recomiendo el texto del grupo Chuang, “Contagio social: guerra de clases microbiológica en China”. Fue escrito, si mal no recuerdo, en febrero del año pasado, y sigue siendo lo más sensato que he leído respecto al fenómeno de la actual pandemia.

 

Matías Abeijón. Filósofo y psicólogo. Doctor en psicología. Investigador y docente en UBA y CONICET. Se especializa en filosofía contemporánea francesa, y particularmente en los cruces entre filosofía, psicología y psicoanálisis.

Instagram: @filosofia_en_el_abismo

Juan Ignacio Crespo Autor
+
ver más notas