La obra infinita
Sección Teatro - Revista Llegás
Teatro - Notas

La obra infinita

A propósito del reciente estreno de Los padres terribles de Cocteau, el director Daniel Veronese hace un repaso por sus inquietudes y emociones como creador y reflexiona sobre como se inserta su trabajo en la escena contemporánea.

3 de mayo de 2023

¿Cómo serían los preliminares de aquellos hombres que estaban a punto de batirse a duelo? ¿Dirían algo o más bien esperarían la retórica de los estruendos? Tanto estos momentos como los previos a una entrevista (salvando las honrosas distancias) plantean una estructura desequilibrada, de incertidumbre. No esta vez. De algún modo increíble ya estábamos hablando de Foster Wallace. “Me gustaría llevar al teatro La broma infinita” – dice Daniel Veronese. Tomando en cuenta el volumen y la complejidad del libro mencionado (1208 páginas en edición de bolsillo) concluimos: “Y sería lo último que haga”.

Sigue hablando de su experiencia con el escritor americano en Encuentros breves con hombres repulsivos y La persona deprimida, dos adaptaciones que llevó adelante donde dirigió a Luis Ziembrowski y a Marcelo Subiotto en la primera, y a María Onetto en la segunda. El grabador se enciende en algún momento y registra:

-……mi retirada del teatro comercial tiene que ver con la retirada del público de un teatro que yo considero más impactante, más necesario, hacia un teatro más comercial. Siempre hubo dentro de este público un grupo muy numeroso que iba a ver Arthur Miller, Shakespeare, Tenneessee Williams. Hoy esos materiales están vedados, el público necesita reírse, pasarla bien. El pensamiento se relegó nuevamente al teatro independiente. Entonces me fui corriendo del teatro comercial.

¿Qué tipo de teatro crees que se necesita ahora? 

-Es difícil pensarlo. Yo me encuentro en teatro muchas veces con cosas que ya vi y que de pronto el público las ve como novedades. No soy buen parámetro para lo que el público quiere, sí para lo que me gusta a mí. Yo soy el primer espectador. Cuando elijo un material, tengo claro que yo puedo hacer algo con él. Intento modificarme en la medida que lo estoy haciendo porque yo voy entendiendo cosas del material que no entendía en la lectura. Incluso en mi escritura. Siento que el traslado de la literatura dramática al escenario necesita una revisión, y tengo que buscar cosas que en la escritura logré. Siempre versiono y siento que el resultado siempre va a ser intrigante, nuevo. Trato que me produzca emociones nuevas. Todo lo que yo pueda elegir es a partir de percepciones muy primarias.

Estas percepciones lo llevan esta vez a una adaptación del texto de Jean Cocteau estrenado en 1938, Los padres terribles con Luis Ziembrowski en el rol de Yvonne – la madre sobreprotectora-, Ana Katz como Georges, Sofia Gala Castiglione, Ana Garibaldi y Max Suen. Nuevamente el director propone la operación de invertir los géneros de los personajes originales y ver qué pasa con eso.

- Esta es una obra de más o menos 70 años y si bien intenta romper con códigos familiares, yo decidí cambiar esa ficha y ver qué pasaba si ese lugar lo ocupaba el padre, si el hombre en un sentido casi maternal posee a ese hijo, y la mujer busca una aventura afuera. A mí me saca del lugar de la mujer en casa solo dedicada a su hijo. Ese corrimiento me pone distinto con respecto al material. Le hubiera cambiado el sexo a todos, pero ya hubiese sido un quilombo. La obra es muy complicada, con este cambio me pone en un lugar distinto con respecto a lo que es el hombre, la mujer ¿Qué es el hombre que hoy se queda en la casa? Es cierto que los tres adultos de la obra están movidos por el interes, el egoísmo, por acciones terribles, pero ellos hablan del amor a los hijos, a los otros,  a la pareja, y es de una crueldad infinita. Quizás nos toca como sociedad mirarnos.

Casi como un psicoanalista, parecería ser que la especialidad de Veronese es entrometerse en los conflictos familiares y sus exabruptos: en Los Ibsen, Los Chejov, mujeres soñaron caballos, entre otras, se transitan esas pasiones humanas donde lo familiar es figura y fondo (siempre neutro). Aunque en estos tiempos el concepto de familia se haya – por suerte- debilitado, El Teatro siempre se ha servido de él (Edipo, Hamlet podrían ser dos buenos ejemplos) como salón vacío para el despliegue del drama.

¿Por qué los vínculos familiares son tan teatralizables?

-Es una forma de hablar de la política sin nombrarla. Enseguida yo hago un traslado a la sociedad: una sociedad egoísta. Este padre al ser tan dominante también quiere más a su necesidad que a su hijo y esta madre quiere más a su deseo que a su hijo. Hay algo que te pasa con los hijos cuando sos padre (…) yo siento que con mis dos hijas empecé a tener emociones maravillosas y miedos maravillosos que no  tenía. Sin embargo esos personajes esquivan esas situaciones. No sé si las sociedades funcionan así con los hijos pero si con el otro. A mí me interesa el teatro en cuanto a las relaciones humanas, todo lo humano me interesa pero lo humano en cuento al otro.

Lo humano, el drama que lo representa, no son sino cristalizaciones: ¿qué es lo humano en sentido estricto? Sin dudas algún recorte de clasificaciones arbitrarias. ¿Qué es el drama? Un andamiaje poético-afectivo que, en este caso, Veronese trabaja muy bien animando a esos seres siempre “desfallecientes” ( en esta vuelta es Ziembrowski, pero fue Jimena Anganuzzi en Mujeres soñaron…u Osmar Nuñez en Espía a una mujer…o Pablo Messiez en La noche canta sus canciones) cuyas acciones siempre tiene consecuencias del orden de lo trascendente. El drama se repliega hacia la tragedia.

 El desarrollo de una disciplina evoluciona a través de negaciones sucesivas, en este caso, el teatro (y la noción de drama) fue puesto en crisis a partir de distintas modalidades escénicas: el posdrama, el teatro biográfico y documental, el biodrama, la performance, etc. El trabajo de un creador también es una producción histórica.

Haces teatro hace muchos años ¿Cómo te impactan estas nuevas formas escénicas?

-Me parece algo natural. Yo hago un teatro viejo que me convocó siempre, no logra aburrirme ni siento que está acabado. Yo trabajo con lo humano de los actores que se comprometen, no pongo maquinas, ni nada por el estilo. ¿Qué me pasa con lo de hoy? Yo creo que el público no puede estar equivocado, el público elige cosas y está perfecto, no podemos pelear con eso. Obviamente a mí me gusta el teatro más humano donde no hay ocurrencias, donde desarrollo que el actor sea el motor principal. A mí eso no se me agotó, empiezo a entrar en lugares de contradicción emotiva con lo que está pasando que no las tenía antes de empezar. A mí me alcanza. No puedo hacer otro teatro. A mí me marca el camino mis limitaciones como a todos. Y sentimos que eso nos parece artístico. No me puedo pelear con un teatro distinto al mío.

A veces me da la sensación que algunos directores plantean sus trabajos y discuten con un mundo que no existe.

-Con El periférico nos divertimos mucho, pero yo me fui de ese teatro para ir hacia un teatro más humano, ¿sabes cuándo? Cuando nació valentina en el 96, yo sentí que había emociones nuevas que con El periférico o con el teatro de objetos no podía expresar. Yo tenía ganas de expresar otra cosa y eso tenía que expresarlo a través de los actores y empecé a dirigir y a escribir para actores. Y hoy por hoy también siento que hay emociones que las permiten los actores. No sé cómo hablarte de los otros… Lo fundamental es yo sentirme conmovido en el proceso, fundamentalmente en los ensayos. Es más, quiero hacer una obra que se llame “Ensayos eternos” que ensayemos, que venga la gente, no tengo problemas en que vengan a verlo, pero no me pidas un producto acabado.

Bueno, de alguna manera, sería tu ingreso al campo de la performance…

-Sí, lo voy a hacer con  Luis Ziembrowski. No sé si todos quieren hacer eso. Pero pensamos en una obra que no se va a estrenar. Y yo estaría por ahí dirigiendo…

Serías como un signo escénico más…

-Lo que hacía Kantor, creo que se me hubiese ocurrido. Amaría estar ahí. “Ensayos eternos” lo voy a hacer porque voy a volver a abrir mi espacio Fuga cabrera: es un lugar que me gusta estar. Algo que puedo lograr ahí se me diluye cuando llego al teatro. Usar eso como teatro, si es posible de día, sin luces ni música.

Los padres terribles parecería ser el retorno de Daniel Veronese a esos trabajos de adaptación que hace más de 10 años generaban preguntas sobre “la teatralidad” en el circuito independiente. ¿Qué efecto tendrá ahora?

En “Nota sobre (hacia) Bernard Shaw” de 1951 Borges escribió “(…) si me fuera otorgado leer cualquier página actual –esta por ejemplo -  como la leerán en el año 2000, yo sabría cómo será la literatura del año 2000”. ¿Cómo será leído este nuevo trabajo de Veronese hoy? ¿Cómo un drama vetusto? ¿Posmoderno por sus operaciones? ¿Cómo una experiencia  Museística? ¿Cómo una muestra de actuación hiper-naturalista frente a tanta perfo, micrófono y pantalla? Posiblemente en la respuesta anidará la clave no solo de la efectividad de esta adaptación sino cuáles son “los posibles”, en última instancia, los juicios,  de la lectura teatral contemporánea.

 

VIERNES, SÁBADOS Y DOMINGOS A LAS 20

Caras y Caretas 2037 - Sarmiento 2037

Los padres terribles.

Intérpretes: Luis Ziembrowski, Ana Katz , Sofia Gala Castiglione, Ana Garibaldi y Max Suen.

Asistente: Gonzalo Martínez.

Adaptación y Dirección: Daniel Veronese.

Juan Ignacio Crespo Autor
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